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Foto del Mural de Dos Aguas , realizado por el pintor J.A. Espinar. Jul.20. |
Corrían los tiempos que hemos dado en llamar “Edad de Piedra”, y el Paleolítico tocaba a su fin. Vamos dejando atrás el año 10.000 y avanzando en el tiempo, y el “hombre”, que había aprendido a tallar la piedra, se encuentra con que el planeta le ofrece temperaturas más templadas, tras el cambio climático, y siente la necesidad de desplazarse buscando asentamientos más adecuados a sus “avanzados conocimientos”.
Esta necesidad conlleva la llegada a la península de grupos nómadas que buscan un asentamiento donde poder consolidar un sedentarismo incipiente que van desplazándose por la franja mediterránea.
Uno de esos grupos encuentra un paraje ideal para sus propósitos, tras muchos meses de subir y bajar colinas y montañas aparece ante su vista un valle majestuoso, rodeado de una vegetación salvaje y que les presentaba, al fondo del cañón, al rumor del agua corriendo por sus vertientes lo que, sin duda les pareció en “paraíso”.
Los parajes del "Sucro flumine" y los terminos de "Madrorza" y "Duabus Aquis"
En aquel momento seguro que, extasiados por el magnífico panorama visual que se presentaba ante ellos, decidieron que aquel sería, que aquel lugar merecía ser, el lugar donde poner en marcha su particular “revolución”, el lugar donde poder fijar esa relación tan especial con la tierra, con la que compartir el ciclo de la vida, de la fertilidad y de la muerte.
No conocemos que nombre aplicaron a todos aquellos montes, colinas, árboles o llanos estos asombrados viajeros, lo cierto que al observar aquellas maravillas, y contemplar que no eran los únicos habitantes del lugar, ya que en los altos riscos observaron ejemplares majestuosos de animales que podrían satisfacer sus necesidades, decidieron fijar su asentamiento en lo que, miles de años después nosotros, “los descubridores”, hemos ido bautizando como: “Cañón del Júcar”, “Rambla de la Canal”, “Barranco de las Letras”, “Cabra Hispánica”, “Cueva de la Cocina” o “Cinto de la Ventaba”, entre otros.
Las viviendas de los hombres primitivos
Muy pronto, y al abrigo de la montaña, fijaron su “vivienda habitual”, su vivienda por excelencia, con una gran entrada encarada al sureste, la “Cueva de la Cocina”, situada en un amplio meandro del denominado Barranco de la Ventana, para, una vez ubicados en este prometedor lugar, comenzaron su particular desarrollo.
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* Cazadores con sombreros planos y faldellín - Cinto de las Letras - (Dos Aguas - Valencia - España)
El entorno les propiciaba alimento animal, la cabra hispánica, el ciervo, conejos, jabalíes y, posiblemente caballos y perros a los que domesticar, además los almendros, chumberas, piteras o algarrobos que posiblemente encontraron, iban a propiciar su alimentación y, los llanos a su alrededor, el lugar donde cultivar con la ayuda del agua que regaba con amplitud toda la zona.
Rápidamente, y mientras se producían los cambios graduales en el seno del grupo, adaptando el sedentarismo sobre su vida anterior de estilo nómada, pasan de tallar las piedras a pulirlas para fabricar herramientas y armas, y van implantando una incipiente economía productora dejando atrás la economía recolectora a la vez que van adaptando una división de los trabajos comunales.
Las pinturas mágicas
Los cazadores, una vez inspeccionado el terreno, encuentran espacios donde resguardarse mientras esperan que los animales se acerquen, y así aparecen toda la serie de abrigos que rodean los barrancos entre hondonadas y despeñaderos por dónde caminan la cabra y el ciervo al encuentro de su comida. |
Imaginamos la escena: estamos en el “abrigo del Ciervo” y los animales no acaban de acercarse a la zona, los cazadores están de guardia y no llegan a avistar a los ciervos para poder cazarlos “¿… y si pedimos a los dioses que nos ayuden?” “Como podemos hacerlo?”. “Pues, podemos aprovechar estos saliente. Sí, mira, aquí parece fácil. Esto parece una cabeza de ciervo, y esto el cuerpo”. “Esta tierra roja puede resaltarlo”. Y así pasaron el rato y, al momento, hora de comer de los ciervos, se acercan a donde están nuestros amigos.
De vuelta al campamento cuentan esta pequeña historia a sus compañeros de caverna y al volver a los abrigos todos prueban su suerte.
¡Suerte la nuestra!, que miles de años después podemos disfrutar de estas pinturas y de estos grabados para ayudarnos a entender la vida de unos cazadores que cambiaron de vida en estas tierras.
Mucho se ha escrito y mucho más se escribirá sobre esta revolución neolítica y del desarrollo que supuso para la agricultura, la ganadería, la alfarería, el arte o la domesticación de los animales.
Muchas son las personas a las que debemos homenaje por haber localizado estos asentamientos rupestres, y muchas más que siguen, y seguirán, alertándonos sobre la vida que transcurrió en estas zonas durante los miles de años en los que se plasmaron todos estos cambios que tanto han contribuido para que los humanos hayamos alcanzado el nivel de “asentamientos ciudadanos” de los que ahora disfrutamos.
Pero esta es solo una parte de la historia de Dos Aguas, seguiremos rebuscando para ver si podemos continuar con esta evolución que tanto nos apasiona.
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Dos Aguas (DUABUS AQUIS), los primeros pobladores y la importancia de la cabra hispánica